25/10/07

Quiero ser feliz

Como Robinho. Como Saramago y como Sara Mago (que también habrá quien se llame así). Como Jose, mi vecino. Como Adriana, que falta le hacía a la pobre y ya parece que lo va consiguiendo. Como Javier y Olga. Incluso como Rouco Varela. Yo también quiero ser feliz.

Sin embargo, la obtención de logro tan simple a la vez que arduo no va unida, en mi mundo, a la permisividad en el cumplimiento de mis obligaciones laborales y empresariales. O sea, que si soy feliz, pues mejor, pero si no lo soy, pues también tengo que cumplir. Tengo entendido que esto le pasa a más gente, cuanto menos en algunas otras casas de mi calle, por lo que tengo hablado. Pero Robinho es un poco especial. En primer lugar, es brasileño, lo cual en esto del fútbol parece ser sinónimo de imaginación desbordante, florituras técnicas y todo eso. Si no son felices, no hay jogo bonito, no hay pasión... no hay goles.

Supongo, por tanto, que su actuación frente al Olimpiakos (¿por qué Público se saca de la manga una grafía tan poco aceptable como la de "Olimpiacos"?) es demostrativa de que, de repente, ha alcanzado la felicidad. Otra cuestión es saber en qué consiste tal cosa para Robinho, ya que todos coinciden (yo, no, pero es que no soy un experto) en que la felicidad es siempre un estado que dura segundos en su punto más alto, y unas horas o días a lo sumo, en la fase de descenso. Y si el pasado domingo Robinho sentía la necesidad de ser feliz para poder jugar bien, y el miércoles jugó bien, debe ser que empezó a ser feliz... ¿cuándo? O sea, ¿cuándo se le va a terminar la felicidad? ¿Alcanzará al próximo partido?

Vaya estupidez...

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