30/3/08

El domingo soñado

Volviendo a la vieja usanza de los partidos de Liga en domingo (hoy en día se juegan en casi cualquier día salvo en éste), el Madrid ha dado un paso de gigante en su camino hacia el título liguero (toma ya tópicos). Ayudado por el complejo de Cenicienta del Barça, que cuando ve que puede, se raja, el Madrid ha metido en cintura a un Sevilla a quien le tenían ganas sin duda los jugadores madridistas después de las tres mojadas de oreja que esta temporada les han propinado los del Sánchez Pizjuán. De paso, le ha enviado un recadito al Villarreal, en el que se decía: "hacéis bien en celebrar el ascenso a la segunda plaza como si hubiérais ganado la Liga, porque es todo lo que os vamos a dejar ganar". La goleada madridista en el campo castellonense avala el aviso. Ha sido, pues, el domingo que todo madridista sueña.

Del partido contra el Sevilla se pueden decir dos tipos de cosas: unas buenas y otras, malas. Las últimas tienen que ver con dos chiquitos argentinos que, como suele ocurrir hoy en día, gozan de más fama y prestigio que juego atesoran. Higuain ha metido un gol porque casi no quedaba más remedio que meterlo tras el pase velazqueño de Guti; pero ha fallado otros dos, uno de ellos con dos remates consecutivos y los dos malos de solemnidad. Gago es el otro bluff, y sorprende que, como he oído decir, se le compare con Fernando Redondo. Las diferencias son de la misma magnitud que entre un Seat y un Ferrari. Sobran los comentarios. Gago ha sido prescindible en el medio del campo, cosa que es lo peor que se puede decir de un centrocampista. Sólo hay que reconocerle un tesón defensivo que le honra, pero para el que está físicamente peor dotado que otros (Diarra, que sólo sabe hacer eso).

Las cosas buenas tienen que ver con el conjunto, que más allá de algún desliz ha jugado a muy alto nivel los noventa minutos, y no sólo treinta, como muchas veces hacen. Han atado corto al Sevilla, que empezó el partido queriendo jugar alegremente y se encontró en siete minutos con un susto morrocotudo (ocasión fallada incomprensiblemente por Guti ya dentro del área sevillista) y con el gol de Schneider. Y otros tres minutos después tendría que haberle caído el segundo, pero la virgen también bajó a visitar a los de Sevilla. El gol de Kanouté, producto de un rechace imprevisto y de un fallo de marcaje, ha resultado un espejismo porque el Madrid (con un Raúl que, juegue bien o mal, pelea cada pelota como si le fuera la vida en ello) no le ha dado tiempo para celbrarlo. Cinco minutitos después había subido el 2-1 al marcador y en la segunda parte el control madridista ha sido mayor aún, en parte porque el Sevilla ha bajado los brazos como si entendiera que no era su día.

Seis puntitos al Villarreal y ocho al Barça son una renta generosa. El resto no cuenta. El Madrid perderá al menos un partido tonto antes de terminar la temporada, de esos que ponen de los nervios a sus seguidores porque se pierden en el peor momento (modelo Barcelona), y seguramente se dejará otros cuatro puntos más en los ocho partidos que quedan. Pero los rivales no pueden contar con ganarlo todo. Es ésta una competición en que la fiesta va por barrios, pero las lágrimas, también.