22/11/07

Humos bajos

Algo que resulta notorio para cualquier avezado escrutador de palabras y gestos es que los jugadores de la selección española de fútbol tienen los humos mucho más bajados que en otras ocasiones. Esta vez parece evidente que han interiorizado que no son un equipo apabullante, ni siquiera un buen equipo. Que son simplemente del montón y que lo que les está ocurriendo (pasar como primeros de grupo tan sólo unos meses después de haber estado al borde del desastre) es lo propio de una selección como la que forman.

Nunca olvidaré el espantoso ridículo y la vergüenza ajena que sentí en el Mundial de Francia cuando el equipo español tuvo que volverse sin ni siquiera pasar de la primera fase, eliminados tras una derrota ante Nigeria. Desde dos meses antes habían aparecido casi todos los jugadores de aquel equipo en una impactante publicidad televisiva en la que, en clave heroica, aseguraban dramáticamente ante la cámara que no pensaban volverse a casa. Y se volvieron a la primera.

Ese tipo de encumbramiento desmesurado e inmerecido ha hecho un espantoso mal a la selección española a todos los niveles. En este país nos creemos nuestras propias mentiras con la misma frescura con que somos capaces de creernos que nuestra selección de fútbol puede llegar incluso a la final de un Mundial y, si se tercia, ganar a Brasil por goleada.

Pero ahora parece que eso ha pasado. Los jugadores sufren un ataque de humildad más creíble que el que traslucen los comentarios apenas educados de otras veces respecto a los enemigos ("todos son respetables", solían decir, como insinuando que seguro que era así, pero que de todas formas les iban a meter la del pulpo).

No es que eso les vaya a convertir en gente capaz de ir más allá de donde históricamente se ha ido en fútbol a nivel selección. Pero al menos podrán volver con la cabeza ni alta ni baja. En su sitio.

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